#ElPerúQueQueremos

Lo que no mata, adelgaza

Publicado: 2009-07-07

Encuentro que hay dos tipos de depresión: una mala y una buena. La primera es la que todos conocemos. Almohadas mojadas de llanto, falta de sueño, desgano absoluto. La segunda es exactamente igual, pero tiene un lado amable, un efecto físico positivo que hace que la tristeza sea más llevadera y que nos facilita el levantarnos en la mañana (y el levantar en la noche).

Por alguna razón evolutiva, las mujeres deprimidas nos ponemos lindas. Basta que alguien nos rompa el corazón para que nuestro metabolismo se haga de la vista gorda y permita que desaparezcan los rollos, se nos ilumine el rostro, nos brille el pelo, en fin.

Calculo que debe ser una resaca de nuestras antepasadas cavernícolas, que al ser abandonadas por una mujer más fértil o quedar viudas porque un felino se comió a su marido, tenían poco tiempo para atraer a un nuevo macho que salga a cazar un venado para alimentarlas y les permitiera sobrevivir.

Ahora que podemos comprar un pedazo de carne en el supermercado de la esquina y proveernos de proteínas por nuestra propia mano, podemos hacer uso y abuso de esta ventaja para sacarle pica al susodicho o para aplicar el siempre útil precepto de "un clavo saca a otro clavo".

Yo estoy rogando que la depre que se me viene encima dentro de dos meses sea del segundo tipo. Se preguntarán cómo conozco el plazo con tanta exactitud. No es que tenga poderes premonitorios y vaya a crear una sección de horóscopo en este blog, sino que mi chico se va a ir a estudiar a EE.UU. a finales de agosto (ahora que lo pienso, me quedan menos de dos meses, ¡uh!).

Por eso, a la espera de que me bendiga con su luz el síndrome de la mujer esbelta y hermosa que sabe ocultar que ha llorado toda la noche, se concentra en su trabajo para sobrevivir y sale todas las noches a pescar, tengo el síndrome de la bruja condenada a la hoguera que debe esperar meses encerrada en un calabozo a que se cumpla su condena.

Al estado este se agrega que he decidido compartir mi celda durante esos meses de espera precisamente con mi verdugo, el que va a prender fuego a la hoguera, el que va a cortar mi cabeza, el que va a empujar la sillita de la horca (siguen métodos de ejecución).

Si me preguntan, preferiría que la condena se ejecute con celeridad extrema: terminar de una vez y adelantar el bendito proceso aunque el avión no haya partido. Sin embargo, sé que después, en el cielo de la delgadez, el éxito profesional y la variada actividad sexual, me voy a arrepentir de no haberme despedido como corresponde de este muchacho que, valga decir, ha hecho méritos para que lo extrañe.

Así que, en esas estoy. Esperando el golpe y, desde ya, explorando el mercado, para cuando tenga que volver a salir a las calles a conseguir la necesaria actividad con el sudor de mis abdominales y caderas en el gimnasio. Les iré contando cómo me va. Eso sí, si ven algún churro por ahí, me avisan (que yo aún no los encuentro).


Escrito por

alecosta

Femenina periodista (no feminista) con una obsesión por aplicar los parámetros de la ciencia a su vida sentimental. Cree que ha encontrado la fórmula para atraer a los hombres que le gustan y mantenerlos a su lado (y felices) por el tiempo que a ella le provoq


Publicado en

Cascos ligeros

O de cómo sobrevivir licenciosamente en Lima